Fri, 08/23/2013 - 00:33

Soluciones por las buenas

Foto del Cronista, Jaime Andrés Barbosa P

Culturalmente y como fea costumbre, en ocasiones se opta por solucionar todo a las malas, algunos encerrados en una cripta inflexible que no permite negociación y otros que primitivamente acuden a la violencia para demostrar su fuerza; desencadenando en hechos peores.

El resultado, un escalonamiento superior del conflicto que se pudo evitar, llegando a una concertación en sus primeras etapas.

Quienes trabajamos en las Casas de Justicia, Centros de Conciliación o de Convivencia;-y aclaro que mis opiniones no comprometen en absoluto la entidad en la que presto mis servicios-, nos hemos dedicado fielmente a promocionar los métodos alternativos de solución de conflictos como instrumentos para salidas negociadas que conlleven a una convivencia pacífica, ya sea en el entorno familiar, social o comunitario.

Desprender del imaginario colectivo mitos que se enquistan en las personas no es una tarea fácil, demanda tiempo, esfuerzo y paciencia; pero que al mirar atrás y ver cada uno de los procesos sentimos la satisfacción de haber aportado en la consecución de soluciones concretas en la mayoría de los casos.

Las personas se niegan a conciliar porque piensan que deben acoger en su totalidad lo que dice la contraparte, o son renuentes al creer que ceder en una de sus pretensiones sería una derrota segura.

Nada más falso que eso, conciliar es poder expresar mi sentir frente a un conflicto por mínimo que sea, escuchar al otro y que con la ayuda de un mediador proponer fórmulas para dar fin a una desavenencia.

Por ejemplo, es lamentable que en algunas situaciones en los que está de por medio los alimentos, la custodia, el cuidado, y las visitas a menores de edad; cada uno de los padres expone lo más hostíl de su personalidad para hacer sentir mal al otro, sin pensar que en la mitad hay un hijo que sufre las consecuencias de los actos de sus padres.

No ceden, no negocian y al final, el conflicto ha llegado a un punto de difícil retorno. Cabe resaltar, que en la mayoría de los casos son las madres quienes tienen que ejercer esa difícil tarea de suplir las necesidades de sus hijos, porque no cuentan con el apoyo de un hombre irresponsable que al no cumplir con sus deberes será merecedor de unas fuertes sanciones penales; siempre y cuando la mujer persista en seguir adelante el proceso siendo ella la representante legal del menor o los menores Otro caso que se presenta con regularidad es el de arrendamientos; desinteresadamente los propietarios de inmuebles optan por no exigir documentos, referencias y formalizar el acuerdo por medio de un contrato escrito.

Simplemente se dejan convencer por la buena cara que presenta en un inicio el futuro inquilino; dejándose llevar por un exceso de confianza que llega a un punto en el que ni siquiera saben el nombre del habitante del inmueble, ni de donde viene, ni a que se dedica.

Exponiéndose en la mayoría de los casos a la presencia de unas personas acostumbradas a no cumplir con sus deberes como arrendatarios y que sumado a eso se dedican a actividades delictivas.

Caso contrario, existen arrendadores que cometen sendas arbitrariedades en contra de sus inquilinos y en muchos casos violando derechos fundamentales como suspender servicios públicos o impedir el ingreso a la vivienda.

Todo esto se puede evitar dejando a un lado la informalidad de lo pactado en un inicio; que todo se estipule por escrito y verificar concienzudamente cada uno de los documentos aportados al contrato. He visto casos en los que por 10.000 o 50.000 pesos han desencadenado en acciones penales como lesiones personales o daño en bien ajeno.

Como los casos anteriormente expuestos hay muchos de menor, igual o superior relevancia pero todos tienen las herramientas para llegar a un buen término; sin ir a unos extremos que dejan desilusión y remordimiento.

No es difícil tomar un camino civilizado para solucionar los conflictos; es decisión de cada parte involucrada, tener en mente que lo importante es la solución y no la confrontación, ponerse en el lugar del otro y ceder parte de lo que queremos; sin tomarlo como una señal de debilidad.

Cuando llegan las personas decididas a tomar la conciliación no sólo como un requisito de procedibilidad sino como parte esencial de la solución, se siente una satisfacción enorme porque se está dando un paso importante y se pone freno a esa escala que convierte un simple malentendido en unas consecuencias lamentables.

No es bueno actuar llevado por apasionamientos; siempre existirán opiniones o actuaciones contrarias a las que nosotros consideramos correctas, pero no analizamos si es nuestro sentir y pensar la última palabra o necesitamos de aquellos con quienes disentimos para poder formar nuestro carácter con algo más de tolerancia.  Eso nos hace mucha falta.

“Los dones que provienen de la justicia son superiores a los que se originan en la caridad”. Khalil Gibran 1883-1931)

JAIME ANDRÉS BARBOSA POVEDA

Email: Jaesmo19@yahoo.com.mx

Twitter: @andresbarpo

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