Sat, 06/11/2016 - 10:10

Personajes que hicieron historia en Leticia

Cañon de Araracuara
colparques.com

“Mascabolas”

Al cierre de la prisión selvática de Araracuara por parte del gobierno de turno, muchos de los ex convictos que quedaron en libertad se fueron a vivir a Leticia en donde se radicaron. Algunos se adaptaron a la sociedad viviendo tranquilamente compartiendo con sus coterráneos. Otros, aprovechando esa libertad, continuaron haciendo sus pilatunas de manera moderada para tratar se subsistir. Y no fue uno sino varios de estos presidiarios los que sentaron base en la población dejando prole para la posteridad. Entre los más conocidos que compartían con el pueblo se encontraban Candamil, Siete Pintas y Mascabolas entre otros que fueron ciudadanos de bien.

Hoy me referiré a Mascabolas como otro de los personajes que hicieron historia en Leticia.

Primero que todo, este personaje siempre fue reconocido por este remoquete pues creo que nadie supo de su verdadero nombre.

Era un adulto mayor de aspecto enjuto, de piel curtida por las huellas dejadas por el tiempo durante los años que estuvo detenido en la inhumana prisión.

Deambulaba por las calles de Leticia como “Pedro por su casa” portando entre sus vestimentas un poncho y un carriel armado además de machete y revólver al cinto, fuera de un garrote que portaba en sus manos.
De apariencia tranquila, sin escrúpulos y sin ningún sentido de la vida.

Si alguien por desconocimiento o por verlo enardecido le gritaba “mascabolas” era un candidato a morirse si caía en sus manos, pues poco le importaba hacer uso de su arsenal para castigar la ofensa y fueron varios los heridos inclusive con bala, por esta causa.

Y para confirmar su accionar, fui testigo cuando cierto día en que un amigo se encontraba en mi heladería, al verlo pasar por la calle le gritó mascabolas y sin que lo viera, corrió a esconderse en el interior de un baño del recinto.

Al momento entró el ofendido blandiendo un machete en su mano derecha buscando al ofensor, como no lo encontró se dirigió a mi diciéndome: Hágame un favor señor Londoño, yo sé que aquí entró quien me insultó, por favor dígale que conmigo no se meta que yo no tengo ningún problema en pegarle un tiro o un machetazo y guardando el machete en su funda se retiró. Al poco rato salió mi amigo, afortunadamente, muerto de la risa, al cual la anuncié el recado que le dejó. Debido al trauma de su encierro en la prisión, era huraño, desconfiado y con delirio de persecución, razón por la cual vivía solo y dormía en su casa de madera con puertas y ventanas aseguradas con cadenas y candados. Un día un incendio originado en el interior de su habitación, acabó con su casa y con su vida. Los bomberos lo encontraron parado y carbonizado tratando de abrir el candado de la puerta principal para salir.

Carlos Javier Londoño O.

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