Fri, 10/25/2013 - 09:18

Cambio climático dejaría a Leticia sin salida al río en 17 años

Puerto de Leticia Amazonas
Foto: Corresponsal Leticiahoy/Leticia-Puerto

El cambio climático es una de las causas por las que el río Amazonas se ha corrido dos millas, desde la playa colombiana hacia Perú.

Nelson Matta | Enviado especial Amazonas | Publicado el 18 de octubre de 2013 por el C. El Colombiano

 

El rancho de tablas de Matilde Pinto es un medidor infalible del nivel del río Amazonas. Ubicado a pocos metros del puerto de Leticia, y elevado de la tierra por varios troncos, conserva en su fachada la sombra de humedad que dejó la creciente hace un año.

La huella alcanza los 1,75 metros desde el suelo. “Esa vez el agua tapó el piso de mi casa, pero ya no, vea como está de seco”, dice la señora de falda larga, sentada en el umbral de la puerta, y señala la maleza que rodea su predio, nacida donde antes dormía el cauce.

“Hace 10 años no era así, ya se formaron unas playas en todo el río, hay unas islas de más allá que se están ‘desbarrancando’ y esa arena viene para acá”, agrega Matilde, explicando con su simple lógica un problema que tiene a los expertos rascándose la cabeza: el cambio climático.

En otro punto de la capital amazonense, donde el aire acondicionado de su oficina repele los 32°c que calientan la calle, el capitán de fragata Juan Carlos Cifuentes cruza los brazos detrás del escritorio y exclama con preocupación: “Leticia se está secando”.

El comandante de Guardacostas del Amazonas lo dice basado en estudios de la Universidad Nacional y fotos satelitales, que evidencian una reducción paulatina del margen de la “Gran Anaconda”, como también se le dice a este río.

En los últimos seis años, el caudal se alejó dos millas del casco urbano de Leticia, hacia la franja peruana del Trapecio Amazónico. La tendencia muestra que, mientras que en Colombia la sedimentación genera nuevas playas y junta islas, en Perú la erosión degrada el área continental.

De mantenerse esta dinámica, asegura el oficial, en 2030 la ciudad perderá su salida al río, con graves consecuencias para el ambiente, el comercio, la navegabilidad y transporte. También obligaría a una redefinición de la frontera. “Si mañana, Dios no lo quiera, eso llega a pasar, ya hay gente peruana viviendo ahí, y no se les puede sacar. Tocaría tirar una línea de división imaginaria”.

Ese panorama se observa por estos días de verano, pues las islas Ronda (colombiana), Chinería (peruana) y Santa Rosa (en litigio), antes separadas por sendos brazos del río, se están juntando por un terraplén recién aparecido.

El calentamiento global y el cambio climático, definido como la alteración del clima por causa humana, son los factores asociados a esta amenaza del “Río Madre”.

Así lo reconoció en diciembre el entonces ministro del Medio Ambiente, Juan Gabriel Uribe, durante una visita de delegados del gobierno noruego. “Somos el segundo país más afectado por este fenómeno en el mundo”, les dijo a los diplomáticos.

Viviendo en la cloaca
Los 670 colombianos, peruanos y brasileros que habitan en el barrio La Unión soportan el hedor y el estigma de vivir en la cloaca del Amazonas.

La vecindad, de 94 ranchos apiñados en un límite discontinuo e imaginario entre Leticia y Tabatinga (Brasil), convive a duras penas con la quebrada San Fernando, depositaria de las basuras de la ciudad. Por la acción de tuberías o las lluvias, los deshechos sólidos se acumulan en los rincones del sector, atrayendo ratas y pestes a granel.

Las casas están elevadas por pilares de madera y la comunidad se desplaza por senderos de tabla despegados de un suelo que huele a morgue. “El principal problema de aquí es la contaminación”, reitera, Ángel Nube Tenasoa, presidente de la Acción Comunal.

Recuerda que es uno de los cofundadores del barrio, el cual ayudó a construir hace 35 años, recién llegado del poblado San Juan de Atacuari.

A su lado, el intendente Carlos Ríos, de la Policía Ambiental, se cubre las fosas nasales con la mano para mermar el olor que envuelve el ambiente. “La cañada desemboca en el río Amazonas, lleva todas las basuras hasta el muelle de Tabatinga”, acota.

Hace cinco años comenzó un proyecto de reubicación e intervención ambiental en el lugar. Ángel Nube, flaco y envejecido de tanto esperar, cuenta que su comunidad guarda la esperanza de que el Gobierno los traslade a otra zona, lejos de esta podredumbre que, sin duda, influye en el cambio de la dinámica del río.

John Jairo Arbeláez, ingeniero agroforestal de Corpoamazonía, explica que la Gobernación y la Alcaldía tienen adelantados los diseños para la transformación del sitio. Con base en un proyecto denominado Alameda de los Humedales, la administración pretende reubicar a la población y hacer un parque ecológico. Para lograrlo es fundamental que Leticia y Tabatinga consoliden su plan maestro de alcantarillado. “Colombia sola puede avanzar hasta cierta parte, Brasil está de acuerdo en que esto sea un eje ambiental, pero los cambios de administraciones han modificado los proyectos, ni siquiera tenemos fechas definidas para empezar”, aclara Arbeláez.

Mientras la política exterior se mueve a paso lento, la contaminación se expande sin piedad. El indígena ticuna Jairo Vargas vive a siete horas de distancia en lancha, selva adentro, en cercanías al parque natural Amacayacu. Denuncia que antes, cuando las sequías no eran tan pronunciadas, su pueblo cocinaba con agua de lluvia. En verano les toca tomarla del río “y mucha gente se está enfermando”.

Los peces de los libros
Ronald Rojas, quien se define como “un peruano hasta los huesos”, es el pastor evangélico de Puerto Alegría, un municipio de Perú, ubicado en la ribera del Amazonas, a unos 30 minutos de Leticia.

Tiene 43 años y desde los 12 derivado el sustento de la pesca, por lo que conoce las entrañas de la “Gran Anaconda”. “El río no está dando, porque aumentó la pesca. Se han exterminado a los peces dorados y no se les ha sembrado; uno podía coger el paiche y la gamitana, ahora ya no se les ‘mira’, son especies que se ven en libros, pero no en directo”.

El Colombiano recorrió durante una semana el Trapecio Amazónico. Los viajes en lancha permitieron observar las nuevas playas, la pérdida de profundidad y los procesos de sedimentación y erosión.

El medidor del muelle colombiano Victoria Regia, donde se reciben y embarcan las mercancías, alcanza los 18 metros de altura y marca que el nivel actual del río está en 9,80 metros. En la peor sequía de la ciudad, que fue hace tres años, el cauce llegó a 0,8 metros en algunos tramos.

El capitán Cifuentes indica que, en promedio, cada 30 km se forma un nodo en el flujo. A ese paso, las embarcaciones del Guardacostas tendrán dificultades para patrullar los 116 km que les corresponde en el Trapecio. El efecto golpeará a quienes transportan los troncos por el cauce, pues la industria maderera es un motor de la economía en la región.

La Armada expuso su preocupación al Ministerio del Transporte y la Cancillería, y hay proyectos para iniciar los dragados y recuperar la navegabilidad; sin embargo, “hay que hacerlo con los tres países, porque lo que se haga aquí, va a afectar allá, es complejo porque nadie quiere autorizar”.

El pasado 10 de septiembre se realizó la Primera Conferencia de Cambios Climáticos Globales, en Sao Paulo, donde se presentó un estudio realizado entre 2007 y 2013 por 345 investigadores. La conclusión fue que, de continuar la deforestación y las alteraciones del ambiente, la temperatura se elevaría 6°C y la lluvia se reduciría un 45%, lo que a finales del siglo transformaría pedazos de la selva brasilera en sabana, con sequía prolongada.

Por cuenta del cambio climático, los ciclos del “Río Mar” mutaron. “En años pasados se podía planificar la seguridad alimentaria, las épocas de siembra y cultivo estaban definidas, hoy es difícil predecir cuánto durarán las lluvias”, señala el ingeniero Arbeláez.

En la década precedente, cuando un fruto caía del árbol, el agua lo recibía y así se alimentaban los peces. Hoy, lamenta el experto de Corpoamazonía, la comida cae al suelo por el escaso nivel del río.

Este desorden tiene al borde del colapso a la fauna acuática y por eso Ronald solo puede ver en libros los peces que de niño atrapaba con las manos.

 

Iniciativas a favor del medio ambiente

- A finales de 2012 se concretó la creación de la Mesa Indígena Amazónica Ambiental y de Cambio Climático, con la participación del Ministerio del Medio Ambiente de Colombia, las organizaciones indígenas de la región, la Procuraduría, Defensoría y otras entidades. Su objetivo es diseñar los planes de trabajo para la conservación del área.

- Cada año, la Policía Ambiental y la Alcaldía de Leticia realizan la jornada “Todos por el Agua”, en la cual los jóvenes y funcionarios participan de actividades de recolección de basuras en las riberas del cauce. En 2012 hubo 246 voluntarios y se recolectaron 2.2 toneladas de basura.

En definitiva

De demorarse las obras de mitigación, Colombia podría perder su salida al río Amazonas desde Leticia. Se requiere la concertación de tres países.

Fuente: C. El Colombiano.

 

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