Sat, 10/12/2013 - 04:28

Crónica 38 Tormenta de Santa Rosa

Foto: Cronistas Carlos Javier Londoño
Foto/Cronista/CarlosJavierLondoño

Crónicas leticianas.

“Tormenta de Santa Rosa”

Era la década de los setenta y, para ser más exactos, corría el año1973.

En una calurosa noche a finales del mes agosto, como miembro del Cuerpo de Bomberos Voluntarios de Leticia, me encontraba juntos con otros compañeros en el cuartel general jugando una partida de parqués, mientras llegaba la hora de irnos a dormir, ya  que como voluntarios nos ofrecían dormitorios en el mismo cuartel.

Pasadas las 11  de la noche nos dispusimos todos a dormir, con excepción del guardia a quién le tocaba pernoctar atendiendo el teléfono, por si se presentaba una emergencia nocturna.

La noche trascurría normal. Solo se escuchaba el canto de los grillos y el sonido de los ventiladores que refrescaban el ambiente.

Al amanecer, el silencio de la noche fue interrumpido por el silbido de un fuerte viento huracanado seco  que doblaba los árboles a su paso y penetraba por entre las hojas de zinc de los techos, desplazándolas de su sitio  haciéndolas volar por los aires,  al mismo tiempo que se largaba un torrencial aguacero.

El río Amazonas se encontraba en el punto máximo de su crecimiento, su orilla llegaba  hasta el taller del mecánico Beleño, bajando por donde Melgarejo en el puerto viejo.

Embarcaciones de todos los tamaños y calados se encontraban amarradas a lo largo de ese terreno inundado por el río.

 Ante  la presencia de éste fenómeno, los voluntarios que dormíamos en el cuartel estábamos despiertos y a la expectativa, esperando que sonara el teléfono para atender algún llamado.

El reloj marcaba las 2 a.m   pasadas, cuando el  teléfono timbro.

El  guardia atendió la llamada en la cual le informaban que una lancha, por causa del vendaval, se estaba hundiendo en el inundado puerto viejo. De inmediato accionó la sirena haciendo el llamado de emergencia y nosotros procedimos a vestirnos  para ir a atender  el insuceso.

Una vez listos abordamos la única máquina dispuesta para estas eventualidades, la cual salió rauda hacia el sitio  pidiendo vía libre al ulular de su sirena.

El aguacero arreciaba cada vez más, golpeándonos el rostro  a medida que la máquina se desplazaba velozmente.

Llegados al sitio, con la poca luz  emanada  de los postes de servicio público pudimos observar que, con la tempestad, las embarcaciones se golpeaban unas con otras dejando oír el crujir de su maderamen.

Cuando nos disponíamos a trabajar   para no dejar hundir la embarcación, se escucho en la oscuridad una voz pidiendo auxilio para  una señora que se había caído al agua y que se estaba ahogando.

Lo primero que se me vino a la mente fue solicitar un lazo y, pidiendo permiso para efectuar la operación, me amarré por la cintura con un nudo especial para salvamentos acuáticos por su seguridad llamado “as de guía”  que aprendí cuando era scout.

Una vez hecho el nudo en mi cintura y con el extremo del lazo sostenido por dos  de mis compañeros,  me arroje al agua nadando hacia  la señora  a la cual agarré por los cabellos y por un brazo, mientras  le gritaba  a los compañeros que halaran el lazo para sacar la señora a flote, pues necesitaba ayuda ya que era bastante pesada.

Una vez superada  la emergencia la señora - de nombre María Guerra, conocida comerciante del río - nos dio las gracias por nuestra colaboración y por ende su salvamento.

Mientras unos hacíamos esta operación,  los otros se encontraban dentro del agua tratando de salvar del hundimiento la lancha, por esta razón,  cuando cayó al agua un poste electrizado, sufrieron espasmo de sus miembros inferiores causado por el corrientazo recibido; afortunadamente la carga  no fue tan fuerte y el sitio en donde se encontraban era poco profundo, pues de lo contrario posiblemente hubiera ocurrido una  grave tragedia.

Superadas estas dos emergencias regresamos al cuartel luego de que la tempestad hubo amainado. 

Desde ese día aprendí  que cada año, por esa misma  fecha, ya sea  cinco días antes o cinco días después al 30 de agosto - día de la celebración de Santa Rosa de Lima  Patrona de las Américas - se presenta este fenómeno climático llamado “tormenta o temporal de Santa Rosa” , que por lo cercano a la fecha se le atribuye a la santa, pero que en realidad se debe al encuentro de aire caliente y húmedo proveniente del norte sumado al aumento de radiación solar, como factores principales que originan estas tormentas  cuando finaliza el invierno y en fechas cercanas al 30 de agosto.

Si no lo veo, no lo creo: Otro día, en una tarde cualquiera, me tocó presenciar desde el puerto principal   a la orilla del río amazonas , desde donde se veía el río en toda su extensión,  cómo este  fenómeno natural producía en  el río unas olas de mas de tres metros de altura, que se estrellaban en la orilla en donde hacia  chocar las embarcaciones unas con otras,  destruyéndose entre ellas, razón por la cual las embarcaciones de mayor calado encendían sus motores y salían a afrontar la situación a la mitad del río, en donde era menos peligroso el oleaje.

Estas son alguna de  las cosas inolvidables que se ven en la enigmática selva amazónica.

 

Carlos Javier Londoño O.

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