Wed, 09/04/2013 - 00:19

El festín de los gamberros

Foto: Columnista Leticiahoy
Foto/Columnista/Leticiahoy

Los ánimos se encienden con sólo una chispa en un país que permanece con la mecha expuesta y dispuesta a un estallido de grandes proporciones; energúmenos que satisfacen su encendido sentir saliendo a las calles a destrozar lo que no les pertenece.

No les pertenece el país. Se creen dueños de ciudades, poblaciones y barrios; donde como niños caprichosos destrozan los juguetes a sabiendas que el mal padre sobreprotector es quien debe pagar la cuota más alta de sus desmanes.

Los hechos violentos de la semana pasada en Bogotá dejaron no sólo destrozos, sino la indignación y el repudio generalizado de quienes habitamos en una ciudad que es de todos y de nadie.

Estaciones de Transmilenio destruidas, establecimientos comerciales saqueados, caos y confusión. Hordas de personajes desubicados que exigen mucho y no ofrecen nada. Su único deseo es destruir.

Con justas razones, debemos reprobar todo acto abusivo y excesivo por parte de la fuerza pública; es ahí en donde enfurecidos activistas y defensores de DD. HH.; exigían el castigo contundente a los agentes del ESMAD y anunciaban denuncias en contra de sus superiores.

Eso está bien. Y el resto?, dejamos que desadaptados hagan con los bienes públicos y privados lo que les parezca sin ninguna consideración?, que usen métodos anárquicos para encender los ánimos?, y no contentos se pasen al lado de las víctimas?. Y los padres de los vándalos?, saben dónde y que hacen sus hijos?.

La protesta es un mecanismo en el cual todos podemos exigir coherente y pacíficamente ante lo que nos causa un perjuicio.

Nuestros campesinos exigían del gobierno mayor atención y cumplimiento de promesas que a lo largo de la historia del país se han quedado en el papel.

Movilizaciones pacíficas y bloqueos pasaron a un segundo plano y poco a poco se fueron mutando en desordenes a medida que delincuentes con piedra en mano y cemento en la cabeza buscaron deslegitimar el noble sentir de nuestro campesinado.

Cuadro que vemos frecuentemente en el espacio triste de nuestra casa, nuestro país.

¿Que tipo de cultura es la que reflejamos externamente?.

País violento por los grupos armados al margen de la ley, el narcotráfico, la delincuencia, la venganza, el odio, el si y el no; el todo. No, no sólo eso genera violencia; también lo son nuestras alegrías.

Recordaba hace 20 años el famoso 5 – 0 contra Argentina y el saldo trágico que opacó una mala celebración; y así seguimos asistiendo a una noticia repetida cada vez que una barra se enfrenta a la otra por una camiseta, dejando desazón, heridos y muertos; y a su vez la misma fuerza pública efervescente dispuesta a restablecer el orden a como de lugar.

Triste espectáculo del circo rutinario de Colombia, muertes por 100 pesos, por un reclamo, por unos celos. Protagonistas de páginas amarillistas que estremecen con titulares macabros. País violento, y a su vez indolente e insolidario que voltea la mirada a las tragedias que no generan noticia.

El enfermo de cáncer, el niño maltratado, el discapacitado víctima de abusos, la madre abandonada, los huérfanos que deja una guerra cada vez más salvaje.

Nuestra alegría muchas veces se confunde con la tristeza; nos incomoda la paz.

Los días en que más se reportan muertes violentas por riñas son el fin de año y el día de la madre; no sabemos de tolerancia.

Aquellos que con gusto ocasionaban destrozos, ¿lo hacían con que ánimo?, llevados por su ignorante sentir, la anarquía que no respeta leyes pero que descaradamente buscan justicia en un país que vive del pedir, pero que no se ha acostumbrado a corresponder.

Duele ver que jóvenes exijan un mejor futuro, mientras que con una piedra o un grafiti destruyen el esfuerzo y el trabajo de muchos.

Se solidarizarán ellos cuando esos damnificados exijan el pago de los daños?. No, ellos en ese momento estarán atentos si una próxima mecha se expone a la gasolina del desespero y se prenda la chispa que ellos muy bien utilizan, el oportunismo. 

“El respeto a la vida es fundamento de cualquier otro derecho, incluidos lo de la libertad”. Juan Pablo II.

JAIME ANDRÉS BARBOSA POVEDA

Correo: jaesmo19@yahoo.com.mx

Twitter: @andresbarp

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