Sun, 04/20/2014 - 13:42

Razón, corazón y religión- II parte

Foto: Columnista Leticiahoy
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Charlamos amenamente y enseguida empezamos a bailar; parecía un trompo sin descanso, la vi muy feliz y después de una cerveza y otra y otra se fue soltando un poco más y la noté más hermosa que nunca. Reía, bromeaba y me lanzaba insinuaciones tentadoras que capotee con astucia. Pedir permiso ante los padres de *Valeria era equivalente a solicitar la VISA AMERICANA; una cantidad de prevenciones y formalismos ridículos que tuve que superar para poder lograr su anuencia.

Luego de este paso, continuaba el organizar todo, como la hora de salida, de llegada, sitio, etc. Ella estaba entusiasmada y no era para menos, se trataba de su primera salida a bailar con el novio y los suegros. Toda esa semana se balanceó entre el si y el no del papá de ella; pero ni modo ya había dado la palabra.

Llegó la noche del esperado sábado, la recogimos a la hora indicada, bajé del carro y su papá insistentemente me hacía recomendaciones, yo hacía la señal de “si” como un zombie. No le puse atención y nos fuimos. Al llegar a la discoteca ella pidió una cerveza, mis papás y yo aguardiente. Charlamos amenamente y enseguida empezamos a bailar; parecía un trompo sin descanso, la vi muy feliz y después de una cerveza y otra y otra se fue soltando un poco más y la noté más hermosa que nunca. Reía, bromeaba y me lanzaba insinuaciones tentadoras que capotee con astucia. No podíamos hacer nada (de aquello). Siguió la noche, el baile y la alegría pero se acercaba el momento de llevarla a su casa. Ella insistía en quedarnos un poco más; la hora acordada de llevarla a la casa era a las 12 a.m., tiempo escaso para disfrutar, en ese instante en el que hasta ahora la rumba se enciende en las discotecas. Al final, aceptamos llevarla a la 1 a.m., ella estaba un poco pasada de tragos (4 cervezas), reía sin parar y al oído me susurraba cosas que en su religión serían dignas de la pena de destierro.

Al llegar a la casa nos advierte:

-“Ay! Mi papá está despierto”.

Efectivamente, el señor estaba sentado en una silla en el antejardín de la casa. Bajé con ella y mi mamá; sin mediar palabra la hizo entrar a la casa y nos ha dado un sermón anticuado, grosero y dando a entender que éramos una mala influencia para su hija, que hasta ahí acababan las visitas, las salidas y todo tipo de contacto con ella. Así concluyó esa noche que tal vez había sido la más feliz de *Valeria hasta el momento. Subimos al carro y sorprendidos nos dirigimos a la casa tratando de olvidar lo que había ocurrido.

Entiendo la preocupación de un padre por el bienestar, buena educación y respeto por las normas por parte de sus hijos; pero poner por encima prejuicios religiosos y morales sobre la felicidad de ellos es ser egoísta; además el señor no es que haya sido en su vida el mejor ejemplo a seguir. Allá cada quien con sus cosas. Lo que vino fue una novela en que ni trama ni desenlace fueron de mi agrado.

Anteriormente les había contado que *Valeria tenía pocas amigas, exactamente dos. Resulta que a raíz de lo ocurrido esa noche la castigaron sin dejarla salir de casa, únicamente si era acompañada por alguno de sus padres; y obviamente a las reuniones en El Salón del Reino de los Testigos de Jehová. Sus amigas la podrían ver y visitar a través del anjeo de la ventana de su habitación. Así pues, ellas se convirtieron en el puente y medio de comunicación entre ella y yo.

Una de ellas recibía a escondidas la carta que ella me enviaba; mientras la otra distraía a sus papás haciéndoles la charla. Luego, yo iba a determinada hora a la casa de alguna de ellas y reclamaba la carta después de hablar y saber noticias de *Valeria. Era doblemente terrible leer sus cartas; en primer lugar al saber el sufrimiento de ella, los castigos de silencio por parte de sus padres y el estar encerrada en su casa y, en segundo lugar por la pésima ortografía que tenía. Créanme también este aspecto puede carecer de importancia pero calcularle en una frase 6 errores de ortografía para mí era causal de asombro. En fin, me expresaba a través de sus epistolas todas sus penas y tristezas, al igual expresaba el amor que sentía hacia mí y la falta que le hacía. Yo de igual manera le escribía y le profesaba un amor absoluto y una angustia por saber que prácticamente tenía “detención domiciliaria” sentenciada por sus crueles padres.

Una noche de lunes pasé como de costumbre por una de sus cartas:

-“Amorsito acaramelado -no se rían- mis papás te inbitan a tomar onses el proximo miercoles. Quieren hablar con tigo y solusionar las cosas. Están de mejor actitud. Te espero, ben por favor. La situasión es terrible sin podernos ver…”. Textualmente decía en uno de sus apartes-

Eso me llenó de tranquilidad y de inmediato me puse a pensar en la manera de llegar de nuevo a esa casa en donde me consideraban un “demonio”. Llevarles un detalle lo descarté debido a que la forma en que nos trataron no fue la mejor y sería una señal de debilidad y arrepentimiento hacia ellos; además no tenía motivos de que arrepentirme. Lo que me ponía a pensar era el repentino cambio de actitud y esa facilidad para abrirme de nuevo las puertas de su casa y, con onces incluidas. Ese lapso entre lunes y miércoles fue de profunda ansiedad, preocupación e incluso indecisión a querer seguir en esa relación. La razón me decía que me apartara, dejara las cosas así y diera por terminado algo que no iba a conducir a nada, no había futuro. El corazón me inclinaba hacia la lucha por seguir con *Valeria y no dejar pasar en vano los sacrificios que más ella que yo poníamos por encima de la voluntad de sus padres. La religión me decía que saliera despavorido y sin mediar duda alguna; jamás sería aceptado.

Me presenté muy cumplido el miércoles a las tan esperadas onces donde los papás de *Valeria. Gentilmente saludé a todos y me hicieron seguir inmediatamente al comedor donde reposaba una bandeja con queso, pan, galletas, mantequilla y mermelada; enseguida sirvieron chocolate. Nadie habló en ese momento eterno e incómodo. *Valeria me preguntaba por mi familia y yo contestaba estrictamente lo necesario y sin entrar en mayores detalles; creía que todo lo que dijera podría ser usado en mi contra.

Terminamos las onces y pasamos a la sala, me acomodé en una silla mesedora, lo cual hizo que mis nervios hicieran que me moviera constantemente. Ellos tomaron la palabra.

-“Jaime, lamentamos lo que ocurrió hace unos días pero es necesario decirte que en esta casa existen unas reglas y hay que respetarlas; por lo tanto, el que *Valeria llegara a esa hora y con olor a licor provocó que tomáramos medidas que nos han dolido mucho. La niña ha estado muy mal pero por fortuna somos una familia basada en doctrinas que nos convencen que siempre actuamos y decimos lo correcto; así los demás no nos entiendan”. Intervino el papá.

“Así pues, te damos una opción si la quieres aceptar y puedes tomarte un tiempo para decirnos tu decisión. Sabes que esta situación ha sido discutida todos estos días entre mi esposa y yo. Te invitamos a que te unas a nuestra doctrina, como no la conoces se te hará raro pero cuando te acerques a ella te darás cuenta que lo que dice la biblia es lo que estrictamente ordena nuestra iglesia. No vamos en contra de las leyes de Dios sino por el contrario, las acatamos fielmente”.

Interrumpí:

“Es difícil para mí, y les pongo un ejemplo. -Intervine de inmediato- . Ustedes saben que en mi niñez padecí una enfermedad muy delicada, la cual me obligó a someterme a duros tratamientos e intervenciones. Entre esas, las transfusiones de sangre, de no haber sido por ese método y los donantes yo no estaría acá. Eso es gracias a que Dios pone esas herramientas y a médicos comprometidos a nuestro alcance para poder salvar vidas”.

Enseguida toma la palabra la mamá de *Valeria:

“No Jaime, eso no es así. Las obras de Dios son una cosa y sus mandatos son otra cosa, y lo que dice su palabra respecto a no consumir sangre, ni pasarla de cuerpo en cuerpo es una orden que no tiene discusión. Así, que tus argumentos no son paralelos a lo que dice la palabra de Jehová. Eso es lo que llamamos de acuerdo a la biblia “personas impuras”.

Una discusión en esos términos no tiene sentido, ni pies ni cabeza. No les haré cambiar de opinión y tampoco ellos me darán una mínima de razón. Además la sangre “impura” se me iba calentando y subiendo a mi cabeza también “impura”, por lo que les dije que lo iba a pensar mucho y propuse que durante ese lapso pudiera yo visitar y salir con *Valeria; lo cual ellos creo que ilusionados aceptaron sin condiciones.

Los días siguientes transcurrieron en calma; pudimos salir y volver a medio retomar el rumbo con *Valeria, aunque de por medio aparte de las enormes diferencias que teníamos se unían otras de carácter más terrenal. Mis papás y yo decidimos que debía iniciar mis estudios en la ciudad de Ibagué y casi simultáneamente los padres de *Valeria tomaron la decisión de enviarla a la ciudad de Barranquilla a vivir con un medio hermano. Es así como empezó la cuenta regresiva de algo que se sabía que iba a terminar y que había nacido casi muerto, no por falta de amor y respeto, sino por causas que parecen ser de poco tenor pero que realmente marcan una zanja entre las personas. Diferencias irreconciliables que llevan a muy poco y es por ello que lo mejor es no intentar nada. Dejarse llevar por la razón así se cause un poco de dolor con gotas de frustración.

Cada uno tomó su rumbo y cada vez hablábamos con menos frecuencia hasta que nuestros contactos se resumían no en días sino en meses. Años después nos vimos, ella y yo más maduros, ella lejos de sus papás tenía otra concepción de felicidad y libertad. Revivimos momentos, salimos durante algún tiempo, pasaron muchas cosas pero ya cada quien tenía en mente otro tipo de persona y de vida. Ella quería vivir todo aquello que estuvo lejos de su alcance. Ser feliz y no hacer feliz a sus papás en medio de su tristeza. Una mujer de muy buen corazón; ya está casada y seguro hará muy feliz a su esposo e hijos – si los tiene-. Espero que sea inmensamente feliz. Hace 7 años no sabemos el uno del otro.

*El nombre se cambia y se reserva.

JAIME ANDRÉS BARBOSA POVEDA

@andresbarpo

andresbarpo@gmail.com

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