Sun, 05/02/2021 - 14:12

Historias a bordo de un Chevette mod-85 - 3

Mayo 01de 2021
Crónica

Historias a bordo de un Chevette mod. 85 – 3
Continuando con las aventuras que me sucedieron a bordo de mi Chevette mod. 85 viene a mi mente otra de esas grandes experiencias.
Como lo he repetido en varias ocasiones, desde que estuve en los “Scouts” en donde solíamos practicar “una buena acción diaria”, ese sentimiento de servir sin esperar recompensa alguna, aparte de la satisfacción de obra que nos quedaba en el corazón, nos forjó ese don de servicio al prójimo o a la sociedad en cualquier momento y bajo cualquier circunstancia.
Por esa razón en esa época en donde había oportunidad de ayudar, yo me vinculaba a esa entidad motivo por el cual me desempeñé como Bombero Voluntario, Socorrista de la Cruz Roja, Presidente de una Cámara de Comercio y Concejal entre otras, cuando el manejo de esas instituciones eran Ad-Honorem caso que no hacia desfallecer nuestro espíritu de abnegación.
De ahí aprendí a llevar en mi carro de trabajo como parte desinteresada de mis servicios, un botiquín de primeros auxilios acondicionado con todas las de la ley para prestar un primer auxilio cuando fuere necesario, materia en la cual me defendía bastante bien que hasta predestinado me consideraba cuando viajaba por carretera en donde casi siempre me tocaba colaborar con un accidente. Por eso opté inclusive, cargar una sábana en mi maletero para cubrir una víctima de accidente en carretera, pues me parecía algo denigrante ver una persona tirada al lado de la carretera a la vista de todo el mundo.
Tal era mi afinidad con los accidentes que cuando viajaba con la familia y se presentaba un incidente sobre la vía, los hijos lo primero que decían era: “Papi le tocó trabajar” porque ellos sabían que esa era mi debilidad.
Para muestra un botón: iba con ellos en carro de Bogotá a Villavicencio con miras a que pasaran el fin de semana conmigo. Tomamos la antigua carretera al llano caracterizada por ser estrecha y llena de precipicios, transitada por tractomulas cuyo peso cuando venían cargadas con crudo desde el llano ,por su peso colaboraban con su deterioro.
Estresante el desplazamiento por esa vía cuando se encontraba en el viaje tres o cuatro tractomulas encaravanadas que no daban oportunidad de pasarlas pues la distancia de separación entre una y otra no excedían los 2 metros.
Todo iba normal cuando vi por el retrovisor que una tractomula venía como de afán invadiendo el carril contrario pasándosele a todos los carros en un acto suicida por la estrechez de la carretera.
Al llegar a una curva yo iba detrás de otro carro que iba adelante cuando aparece la tractomula pasándonos por la izquierda. Cuando pasó totalmente al primer vehículo se escuchó un estruendo y una polvareda opacó el ambiente acompañada por una lluvia de papeles que caían desde lo alto.
Cuando nos bajamos a observar que había ocurrido pudimos notar que la tractomula se había estrellado de frente contra un campero que venía de Villavicencio hacia Bogotá por su carril derecho el cual por el impacto quedó mirando de nuevo hacia Villavo.
Los papeles que caían era una propaganda de una nueva impresora que el conductor del campero un agente viajero promocionaba, papeles que llevaba en la parrilla ubicada en el techo que por el impacto volaron por los aires. Mientras yo corría a mirar que había sucedido con el conductor del campero, los otros conductores se dirigieron a ayudar al chofer de la tractomula estrellada contra un barranco que de no ser por él, hubiera caído al precipicio.
Al llegar yo a la ventanilla del conductor del campero pude observar con la cabeza caía sobre la cabrilla bañado en sangre, observé además el parabrisas vuelto añicos por el impacto convertido en cristales de vidrio esparcidos por toda la cabina. Desde el exterior lo primero que hice fue comprobar si estaba vivo maniobra que consiste en buscar la palpitación de la yugular en la nuca. Al notar que lo estaba, llamé inmediatamente a emergencias de la Cruz Roja de Villavo para que enviaran dos ambulancias pues ya me habían informado que el conductor de la tractomula presentaba una fractura craneal pero estaba consiente.
Busqué mi botiquín y empecé a tratar de reanimar al conductor del campero quien aparentemente se veía muy mal. Sacamos los cojines del interior del campero para acostarlo en ellos y empezar el procedimiento mientras llegaban las ambulancias. Al conductor de la tractomula le pasé una gasa para que comprimiera la herida en la cabeza y así evitar el sangrado.
Cuando tratamos de bajar del carro el conductor del campero no soportaba el dolor del pecho, su labio inferior caía hasta más abajo del mentón por el golpe contra la cabrilla. La cara y cabeza parecían una mazorca por la cantidad de vidrios pequeños incrustados en la piel. Afortunadamente llevaba una botella de agua con la cual procedí a lavarle la cara para ver las características de las heridas. Me pidió un poco de agua la cual le di en pequeñas dosis, mientras procedía a acomodarle el labio le dije que me lo sostuviera con los dientes mientras yo lo fijaba con gasa y esparadrapo. Una vez hecho esto procedí con la punta de una navaja a retirarle los vidrios de la cara. Afortunadamente estábamos cerca de Villavo por lo cual las ambulancias no tardaron mucho en llegar.
Cuando llegaron se hicieron cargo de los heridos agradeciéndome la colaboración. Después de dar la información requerida por las autoridades en donde yo quedé como testigo del accidente, procedí a continuar la marcha con la satisfacción del deber cumplido. Al otro día fui a buscar a los heridos para conocer su estado de salud los que afortunadamente encontré en la misma clínica. Del conductor de la tractomula aunque se fracturó el cráneo contra el techo y tuvo otras contusiones su estado no revestía gravedad. El conductor del campero fuera de las laceraciones en la cara y cuero cabelludo por los vidrios incrustados, requirió de 15 puntos para organizarle el labio y la razón del dolor que presentaba en el pecho fueron las tres costillas que se fracturó con el impacto. Afortunadamente llevaba el cinturón puesto o si no el resultado pudo haber sido más desastroso. Posteriormente fui llamado por la Fiscalía a declarar. Con el conductor del campero nació una amistad quedando muy agradecido por mi intervención la cual me fue compensada con una invitación a comer a su casa en Bogotá en donde conocí a su familia.
Este es otro caso inusual para comenzar una gran amistad.

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