Mon, 04/26/2021 - 09:45

Amistades que nunca mueren

Abril 25 de 2021
Crónica
“Amistades que nunca mueren”

Volviendo con el tema de la amistad, he de contarles otra historia de las muchas que me han sucedido.
En la época de los 70 cuando llegué al Amazonas y más exactamente a su capital Leticia traté de entablar amistad con muchos de los personajes de la región un poco mayores que yo en edad con respecto a mi juventud, ya que para mí esta relación con personas intelectualmente más versadas que uno, en una de las formas de aprender “letra menuda” aquella que no enseñan en ninguna universidad, pues son enseñanzas basadas en las vivencias y experiencias de los interlocutores.
Para alcanzar este logro, cada día a eso de las 3 pm nos reuníamos en un bar- restaurante-tertuliadero llamado “La Barra” unos cuantos personajes a degustar un buen tinto con empanadas y un buen ají de la casa. Allí se tocaban toda clase de temas habidos y por haber, historias, anécdotas, chismes de la región, política y vivencias personales. Fue en una de estas reuniones que conocí a Dn Arturo Yepes, un adulto con problemas de locomoción debido a los traumas que por la poliomielitis experimentó en sus extremidades inferiores estando joven. Técnico en radios cuando aquellos eran de tubos, hombre de buena educación, de envidiable memoria y ameno en su conversar. Desde esa época entablamos una buena amistad complementada cada quince días con las salidas a practicar canotaje en las aguas del rio Amazonas atravesándolo hasta una isla peruana que quedaba al frente a la cual le dábamos la vuelta hasta regresar a Leticia en la tarde. Debido a sus limitaciones llevábamos de todo en seguridad: salvavidas, manilas, llantas infladas y canoa con capacidad de flotar. Dos experiencias tuvimos al voltearnos y hundirse la canoa sin consecuencias graves a excepción del susto. Con él participé en varios concursos de canotaje en donde se desempeñaba como mi timonel. Como pueden leer fue mucho lo que compartí con este grupo de amigos escuchando lo mejor en historias y experiencias las cuales he dejado algunas plasmadas en crónicas anteriores.
Cuando abandoné el Amazonas, la amistad y contacto con Dn Arturo desapareció hasta la mitad del 2020, cuando me propuse contactarlo de nuevo por Internet a ver si todavía existía. Mi búsqueda con él fue negativa, más no con una de sus hijas también amiga mía a quien llamé de inmediato a preguntarle por su padre quien me manifestó que estaba vivo y que inclusive vivía con ella en Cali. De inmediato la ansiedad por hablar con él se me aceleró diciéndole que me lo pasara sin decirle con quien iba a hablar.
De inmediato pasó al teléfono y sin perder su elocuencia y educación me dijo: - Si muy buenas tardes, con quién tengo el grato placer de hablar?
- Yo le contesté con la irreverencia que me caracteriza, pero que sé con quien la aplico para satisfacción del interlocutor.
Disculpe señor - Le dije – Usted está parado o sentado en este momento, porque le garantizo que se va a ir de culo cuando sepa con quien habla -
De inmediato soltó la carcajada.
- Don Arturo habla usted con Javier Londoño quien lo llama desde la ciudad de Bogotá –
-Hombre señor Londoño que alegría escucharlo –
Sentí que la voz se le quebró y un leve sollozo alcancé a escuchar.
- Señor Londoño cuanto tiempo ha pasado- Usted porqué me llama?
- Pues muy fácil Don Arturo porque a usted siempre lo considerado mi amigo incondicional y además porque quería saber de usted.
- Cuanto le agradezco sus alentadoras palabras –
A partir de ese momento entablamos un diálogo que se extendió por más de dos horas en donde nos actualizamos de los muchos años que habíamos dejado de conversar. Desde ahí reiniciamos de nuevo la amistad que estuvo congelada en el tiempo pero que nunca desapareció.
A partir de ese momento me hizo prometer que lo llamaría por lo menos una vez en la semana pues él se sentía muy halagado y fortalecido al escuchar mis frases desobligantes, chistes , anécdotas y picaresca con que animo mis conversaciones, trato que al día de hoy he cumplido a cabalidad y que trataré de hacerlo hasta que muera pues acaba de cumplir sus primeros 95 años a Dios gracias con una lucidez mental increíble que me resuelve cualquier duda histórica sobre lo que aprendí con él.
El único problema que lo atormentaba era la perdida de la audición, la que recuperó gracias a unos audífonos y a la nueva tecnología. De ahí que cuando voy a hablar con él, llamo a la hija para que se conecté tecnológicamente con los audífonos para disfrutar en pleno la conversación.
Otro de los ejemplos de que las amistades cuando han sido sinceras e incondicionales, nunca mueren así hayan permanecido un gran tiempo en Stand by.

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