Thu, 05/21/2020 - 21:02

DESDE EL PLATERO

DESDE EL PLATERO

¿Alguien sabía que esos abrazos de fin de año, cargado de ilusiones y promesas para el 2020 y que fuertemente nos dimos con los seres queridos, iban a ser la antesala a un periodo incierto que le daría un giro al ritmo normal en nuestras vidas?. Tanto astrólogos como videntes que al terminar cada año juegan sus cartas adivinando lo predecible (muertes, accidentes), y que al igual a los comentaristas de fútbol no ponen en riesgo su credibilidad al exponer sus pronósticos en el azar; tampoco lo presagiaban.

¿Cambiamos o nos hicieron cambiar?, ya no somos los de antes. Ni lo seremos. El miedo se convirtió en compañía permanente, que adherido a nosotros se convierte en aislante de todo cuanto vemos y tocamos. Temor a contagiarnos y mucho más pavoroso llegar a transmitirlo. Ver las cifras diarias de contagios y muertes perturba, procuren no hacerlo, aunque es casi inevitable.
Hace dos meses iniciamos lo que en otras latitudes estaba en su punto más crítico; el Aislamiento o Confinamiento, llámese como se llame. Al ver noticias de Italia y España, me preocupaban los estados de alarma, las cifras de contagios y las crecientes muertes que sobrepasaban el millar diario. A su vez, llegaban cuanta cadena de whatsapp o videos plagados de teorías conspirativas y ridículos remedios caseros con los que combatiríamos al coronavirus, una vez llegara a nuestro país. Aquellos primeros días fueron normales. Recuerdo que se acercaba un puente festivo y días más adelante Semana Santa. Era como estar en unas cortas vacaciones o una incapacidad prolongada. Esta fase se ha prolongado mucho más de lo que creíamos en un inicio, cada tanto se exceptúan condiciones para poder abrir actividades económicas y por otro lado se endurecen las sanciones para aquellos desobedientes y faltos de disciplina.

Mientras tanto, seguían informaciones llegando con peores noticias cada día; y mientras arribaba el Coronavirus a Colombia se sentía ese temor que experimentamos el 22 de noviembre pasado cuando ridículamente creíamos que unos “zombies” irrumpirían en nuestros hogares y que las armas más letales para combatirlos fueran los palos de escoba. Sin embargo, éste enemigo era invisible pero real.
Las dinámicas cambiaron para todos. Algunos aprendieron a cocinar, otros retomaron el hábito de la lectura, muchos empezaron a experimentar el trabajo en casa y niños y jóvenes a tomar clases virtuales. Benditos profesores a los que su inagotable paciencia, formó callo al repetir constantemente: “apaguen sus micrófonos, no habiliten las cámaras, no chateen mientras están en mi clase”. Compartimos más en familia, nos preocupamos más por los otros, llamamos a aquella tía que uno descuida por épocas, jugamos en línea o simplemente charlamos con nuestros círculos más cercanos. Y también lavamos loza, demasiada loza.

Por otro lado, la incertidumbre está presente y al paso de los días se agrava la situación económica de innumerables establecimientos comerciales y empresas de todo tipo; algunos generosos y valientes han conservado sus plantas de personal y mantenido los niveles salariales; otros han tenido que recortar el número de trabajadores o reducido los salarios y desafortunadamente otro gran número han tenido que cerrar definitivamente, ahogados por las obligaciones económicas. Nadie esperaba eso. Aún más gravoso es el panorama de tantas familias que dependen de un sustento diario, de un ingreso que no aguanta interrupciones y una población desempleada que no da más espera para encontrar una forma de generar ingresos. Todo tan incierto.

Algunas personas llaman a que la gente supere las adversidades, se “reinventen”, “salgan de su zona de confort”, sean “resilientes” y otras de tantas frases de superación que ya se convirtieron en algo tan habitual que poco o nada generan despertar alguno. Opino que las personas en su realidad merecen y deben pasar esta época como quieran, como deseen superarla. Vivirla en su entorno y no ser presionadas. Si no leen, no aprenden otro idioma o no desarrollan una habilidad nueva; no es necesario hacerlas sentir mal. Suficiente con padecer las afugias económicas, laborales, familiares y mentales. Pido que pronto, muy pronto pase todo esto. Que estemos más tranquilos al salir a la calle o tener contacto con los demás. Por mi parte he leído sin presiones, no aprendí otro idioma, pero desarrollé la habilidad de lavar loza, demasiada loza.

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