Thu, 05/05/2016 - 13:51

Enseñanzas de la escuela de la vida

Carlos Javier Londoño

Dejando un poco atrás el tema político corruptivo, como el mal que por ahora no va a tener cura en el Amazonas, pues no han encontrado la vacuna para combatir ese virus que está inoculado en la mayor parte del pueblo leticiano y que ya hizo metástasis en el 85% de la población colombiana según la última encuesta Gallup, volveré a tocar otros temas más amenos que me dejaron experiencia, historia y enseñanza.

Siendo administrador hace muchos años atrás del Bar restaurante Caravelle que quedaba, para ese entonces, a todo el frente de lo que hoy es el Híper supermarket en una época en que la gastronomía hacia su agosto en la ciudad de Leticia debido a la buena sazón de algunos restaurantes especializados que daba gusto visitar como el Bar restaurante La Barra cuyo churrasco argentino acompañado de buenos vinos españoles era un atractivo turístico, los restaurantes del Hotel Parador Ticuna y del Hotel Colonial con platos regionales e internacionales en donde se podía degustar una buena caipirinha y el que nos ocupa entre otros cuya especialidad era la comida peruana con sus platos típicos como el “Mondonguito a la Italiana” y la famosa “Papa a la Huancaína” acompañados con sus exclusivos tragos de “Pisco Sour” y la “Algarrobina”.

Su propietario era el señor Carlos del Busto personaje de origen peruano, adulto mayor, adusto, metódico, serio en su actuar y cascarrabias por demás. Lo apodábamos “antena” pues por padecer problemas auditivos cuando se le hablaba, ponía la mano encocada sobre el oído a modo de antena parabólica para escuchar mejor.

Casado con una elegante dama de origen argentino dotada de un escultural cuerpo y una jovialidad atrayente.

Aparte del restaurante en mención, tenía una bodega de materiales para la construcción y era él entre otros, quien traía el cemento desde barranquilla a Leticia vía marítima y fluvial con el que surtía las obras tanto de la Comisaría como las del Municipio aparte de las obras particulares. Su característica principal era que todo el día estaba encerrado en su oficina trabajando en función de costos, ensimismado en buscar mejor rédito para las mercancías que vendía.

Mientras tanto su esposa pasaba todo el día haciendo diligencias en compañía de un hijo adoptivo de él quien también era su hombre de confianza.

Estando al servicio de don Carlos, me ocurrieron varias anécdotas con él de las cuales vale la pena contar las siguientes: En el restaurante, a pesar de que la comida era exquisita, la atención y el servicio eran excelentes y aunque había buena rotación de turistas, la afluencia de habitantes de la región era escasa.

Yo note que la falla podría ser la falta de música ambiental, pues esa no era la especialidad de Don Carlos para alegrar el lugar, razón por la cual cierto día le comenté: - Don Carlos porque no le ponemos musiquita al negocio a ver si con eso atraemos más clientela?. A lo cual me respondió con una actitud bastante huraña: - Cuándo ha visto que para uno comer, necesita música? Respuesta que no demoré en contradecir: - Tal vez en su tierra no, pero aquí en mi país la buena música para un restaurante o un bar siempre es bienvenida. -Déjeme probar con una música que tengo en la casa, nada se pierde. A regañadientes me autorizó.

Al otro día traje música orquestada de Frank Pourcel, Paul Mauriat y Ray Connif que estaban de moda lo mismo que un buen número de L.P de baladas de diversos artistas.

A los pocos días se vio el resultado, no sabría decir si fue por lo gustosa de la comida o por la música pero lo que si fue cierto fue que la afluencia de público aumentó.

En otra ocasión nos encontrábamos haciendo una reparación manual cuando le observé en el dedo anular izquierdo un gran anillo con un diamante incrustado. Mi curiosidad no se hizo esperar y le comente:-Huy Don Carlos que belleza de anillo tiene puesto, a lo cual me respondió: - Y si conociera el original quedaría más sorprendido-
Al decirme esto no entendí la situación.

Como notó que había quedado turbado con su respuesta me dijo: venga que le voy a enseñar algo ya que usted está muy joven y algún día esto le puede servir. Llevándome a la parte trasera del negocio en donde quedaba su oficina, dirigiéndose a la caja fuerte me dijo: espere ahí un momento. Manipulando la clave abrió la caja sacando de su interior un cofre pequeño de plata el cual expuso sobre su escritorio frente a mí, al abrirlo dejó ver un anillo con una piedra diamantina rutilante a la luz, el original de la copia falsa que tenía puesto Al ver esta diferencia le pregunté el porqué de ello, respondiéndome: mire joven aquí viene la enseñanza: yo soy un comerciante extranjero en su país, el día menos pensado pueden ocurrir cualquiera de éstas cosas: la economía en este país puede decaer, podemos caer en manos de una dictadura, puedo quebrar en mi negocio, entonces qué hago? pues muy fácil, me pongo el anillo original, me voy para otro país llevando en mi dedo una gran fortuna con que empezar un nuevo negocio ya que un diamante de estos quilates tiene el mismo valor aquí como en cualquier otra parte del mundo. Gracias por la enseñanza fue lo único que alcancé a decirle.

Ahora viene lo más emotivo de esta experiencia. Como lo dije anteriormente, Don Carlos pasaba todo el día ensimismado en su oficina haciendo cuentas de costos como por ejemplo: él sabía cuánto costaba un bulto de cemento en la fábrica de Barranquilla, cuanto costaba el transporte de la fábrica al puerto de embarque, el precio de la subida del cemento a bordo del barco, el transporte de Barranquilla a Leticia, el valor del descargue del cemento del barco a la volqueta en el puerto de Leticia y el precio del transporte de la volqueta con descargue a su bodega. Todo estaba minuciosamente calculado, que se tornaba hasta fastidioso cuando daba alguna explicación al respecto.

Él sabía cuántos clavos conformaban una libra de ellos, lo mismo que cuantos tornillos de cierto calibre o dimensión conformaban también una libra y así detalles por el estilo. Al observar esta obsesión por este estilo de vida yo pensaba para mis adentros: si esta es la forma de conseguir dinero creo que me quedé pelao.

Y por estar obsesionado con el tema como lo dije anteriormente, descuidó a la esposa en sus deberes conyugales y vino el hijo adoptivo se la enamoró y se fue con ella dejando a mi patrón con un buen conocimiento de costos, un valioso diamante pero sumido en la soledad que para su edad ya era significativa.

Qué bueno es el dinero pues con él se pueden comprar muchas cositas, pero a mi modo de pensar no lo es todo en la vida, hay cosas más interesantes, de mayor valor y sobre todo más significativas que te traen más alegría y satisfacción en la vida las cuales he aprendido a valorar con el transcurso del tiempo como son en su orden la salud, el conocimiento, les buenas amistades y en cuarto lugar el dinero.
De esta experiencia saque la conclusión que de esas grandes economías, nacen los grandes avaros.

Carlos Javier Londoño

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