Tue, 10/29/2013 - 05:57

Cosas de citas

Foto: Cronista Jaime Barbosa
Foto/Archivos/Leticiahoy/JaimeBarbosa

COSAS DE CITAS

Hace unos días recibí la llamada de una amiga:

  • Hola Jaime, te llamo para proponerte un plan que no vas a desaprovechar; a que salgas con Juliana, mi amiga; le he hablado de ti y le encantó la idea que se conozcan. Te vas morir cuando la conozcas, es agradable y súper buena gente. Queridísima.

No me atraen ese tipo de planes, tuve hace unos 10 años una experiencia similar y aunque me fue bien, no hubo nada concreto.

En esta ocasión acepté porque iba bien referenciado y ella también. Me sentía con esa expectativa similar que genera una entrevista de trabajo, en la cual uno va con todos los pergaminos y sólo es hacer acto de presencia.

Acudí, como siempre muy puntual al lugar y hora indicados; sin nervios porque a esta altura de la vida es más el compartir que el experimentar. De ella sólo tenía como imagen algunas fotos que mostraban a una mujer muy atractiva.

Cuando la vi llegar, se acercó a mi con ese entusiasmo propio que tienen los niños al ver el osito de Helados “Woody´s”. Me abrazó tierna y amigablemente e inmediatamente decidimos ir a un café a tomarnos algo y charlar. Soy buen conversador pero decidí dejar que ella empezara contándome “brevemente” sobre su vida. Lo cual hizo juiciosamente, al punto de llegar a convertirse como la cita más aburridora que haya tenido. Admito, una mujer bellísima.

  • Cuéntame de ti, - le dije en tono amable.

  • Bueno, mi historia es larguita, espero no te aburras.

  • No te preocupes, dale. Pedí una cerveza y ella un ¿tinto?.

Comenzó por describir absolutamente todo, desde cuando mi amiga concertó la cita hasta el recorrido que tuvo que hacer para llegar cumplidamente, cosa que no pasó. Prosiguió con su trabajo, su estudio y su familia. Recorrió todo su árbol genealógico, y ella muy convencida creía que yo le ponía demasiada atención. Además lucía un provocador e insinuante escote que de vez en cuando distraía mi mirada. No tomaba respiro, hablaba y hablaba, presumía de cosas banales, se preguntaba y se contestaba, nombraba personas; las cuales yo no tenía ni idea y mi baja atención no seguía el rumbo de cada personaje.

  • Como te contaba Jorge fue un descarado siempre, y me lo decían a cada rato Francy, Lilia y Héctor. Te acuerdas? Héctor mi amigo de todo el bachillerato.

  • ¿?. Si claro. Otra cerveza por favor.

Con disimulo miraba mi celular, el reloj, sus ojos, su escote…y así sucesivamente, como algo mecánico de alguien desesperado que quiere salir de esa situación. Inútilmente trataba de intervenir o mejor, interrumpir.

  • Juliana, espera…tal vez…

  • Espera Jaime porque pierdo el hilo y después no sé por donde iba.

  • ¿?. (Que pase algo, que se calle).

Mientras pasaba el tiempo y ella no hacía pausas, me ausentaba mentalmente y pensaba en muchas cosas sin sentido lógico: será que el América si asciende?, lloverá más tarde?, me estoy perdiendo La Voz, a la niña de la otra mesa la dejaron plantada, como me escapo?. Y ella muy animada me seguía hablando de personas y lugares que no me interesaban. Nombró a su exnovio unas 200 veces siempre como el “perro”, el desgraciado, el “guache”. Pero seguía ahí, presente como si la hubiera acompañado a la cita. Al mirarla, repetía en mi mente algo que le dije alguna vez a una amiga: “Interesante lo que me dices, ojalá te lo hubiera preguntado”. Seguía.

  • el caso es que no tolero la falta de lealtad y eso me enfureció y se lo dije en la cara. Si sabes de quien hablo, cierto?.

  • (Pausa)…eh, si de Héctor?, Francy?.

  • Noooo, no me estás poniendo atención de mi prima Laura. Es una idiota.

  • Ahhhh, (disimulaba un bostezo). Te parece si pedimos algo de comer?.

  • No. Yo no como en las noches. Y tu Jaime?. Pide una ensalada.

  • ¿?. No, pensé que querías comer algo. (Salió nutricionista, pues).

Cuando por fin ella acabó de parlotear y describir con lujo de detalles cada instante de su vida. Interviene:

  • Ahora si Jaime, cuéntame de ti.

  • Pues mira, te puedo contar muchas cosas. Pero ya van a cerrar el negocio y es tarde. Lo dejamos para otro día. Te parece?.

  • Bueno, acompáñame al taxi.

  • Listo, (pobre taxista si le hace la charla).

Concluyo que jamás volveré a aceptar este tipo de planes; citas que se convierten en monólogos, espacios propicios para presumir y contar anécdotas superfluas. Nada me quedó, me sentí como aquél alumno que ve sin interés cómo su profesor intenta explicar algo en el tablero. Esta vez y como siempre el atractivo físico es algo irrelevante, algo simple. Lo que importa es el compartir, reír; lo que llamamos comúnmente “química” y no una animada narradora y un aburrido “interlocutor”. Prefiero el encuentro casual e inesperado donde nadie tiene un libreto. Tenía razón mi amiga, me morí al conocerla… pero del aburrimiento.

Al siguiente día mi amiga me llamó a decirme:

  • Hola Jaime, me contó July que te portaste como un caballero y estuviste muy pendiente de ella y que la acompañaste al taxi. Pero, me dejó inquieta con algo que me dijo y me sorprendió de ti: Que eres muy callado.

  • ¿?.

JAIME ANDRÉS BARBOSA POVEDA

@andresbarpo

andresbarpo@gmail.com

 

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